DESDE ESTE TEJADO HE MIRADO MUCHAS NOCHES LA LUNA Llegué a esta casa, crecí en ella, se hizo mía, y al final ella era yo. La tierra y el cielo han sido míos. Desde esta torre he tenido a mi alcance todos los sueños. No tardé casi nada en dejar la primera parada en el olvido. Todo lo nuevo era fantástico, lleno de promesas, sin malos recuerdos. Lo nuevo está hecho a mi medida porque soy acuario, vivo del aire, floto en el aire, yo misma soy aire, como el que azota esta torre, en las tardes de invierno.
INFANCIA EN MI ESCONDITE “Ha rodado por el cristal una brillante gota de lluvia y el fulgor de un relámpago anuncia el trueno de la tormenta de un mes de mayo bastante avanzado. Pronto cantarán de madrugada los ruiseñores y sentiré el olor que emerge de la tierra al mojarse y todo será distinto otra vez. De pequeña me gustaba esconderme por los recovecos de los setos. Allí encontraba todo lo que me hacía falta para olvidarme por algún tiempo de que existía y respiraba. Jugaba a dejar de existir y lo lograba bastante bien. Nadie sabía nunca donde buscarme y encontrarme. Pero también me gustaba escabullirme fuera de la casa y caminar hasta perderme por los senderos próximos y averiguar si terminaban alguna vez, pues estaba convencida de que aquellas rutas no tenían fin. Se perdían en la lejanía y donde parecía que se acababan empezaban de nuevo y otra vez se les veía perderse donde empiezan las nubes. Buscaba otros caminos y les pasaba lo mismo siempre. Siempre eran caminos largos que llegaban al cielo y se volvían estrellas al llegar la noche y yo soñaba con llegar hasta ellas a través de esos pasillos sin fondo...” (C.A. Mayo del 98) |
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Rumbo a cualquier lugar |