El triste destino de Marta (continuación de "El insólito caso de Benjamín Callejuelas")
Marta se sentía herida. Desde que el suelo se hundió bajo sus pies, todo se había convertido en una especie de pesadilla para ella. Su vida también se hundió. Benjamín huyó en cuanto los vecinos llamaron a la policía y ella tuvo que afrontar la cárcel y la penalidad. Lo perdió todo. La casa, el trabajo, la sabanita… Todo un horror de acontecimientos se precipitaron con el piso, y Marta se vio abocada a la mendicidad. Pero como era muy buena persona, en seguida pudo encontrar nuevos amigos. La cocinera del albergue donde se refugiaba encontró en seguida en Marta un gran apoyo, pues Marta era muy dispuesta y no le hacía duelo cocinar… no era nada perezosa para eso y daba muy buen toque a sus platillos. Así que María Rosa, que así se llamaba la directora del centro, en seguida se dio cuenta de sus habilidades y pensó que el suyo era un talento desperdiciado.
Pensó también que sería un buen negocio poner un restaurante en el que cocinara ella, y se lo comentó. Marta no dijo que no a nada, y aceptó el nuevo reto.
El restaurante se llamó: Jauja
Lo inauguraron un martes, después de una rueda de prensa en la que María Rosa presentó a Marta haciendo alarde de su locuacidad y de su parafernalia. Marta, sin embargo sólo dijo: “Gracias por confiar en mí” pero los asistentes la entendieron muy bien y recordaron su intervención como “muy emocionante”. María Rosa recuperó otra vez el micro y la sala de actos se vació de inmediato. Los invitados pasaron al comedor.
Entonces, María Rosa, al verse ignorada de tal forma, se enardeció y micro en mano empezó a arremeter contra todos los asistentes profiriendo horribles voces y llamándoles cosas muy feas. Alguien se cabreó y golpeó a María Rosa con un panecillo, otro agitó una botella de champán y la roció con ella. Por fin llegó la policía como era de esperar, porque la horripilante historia de Marta tiene ese sino.
(continuará)