Carta
Querida hermana:
No han pasado grandes cosas desde que te fuiste. La abuela, con sus achaques de toda la vida, está muy animada como siempre y cada día se porta peor con la pobre tiíta Caridad a la que obliga a trabajar en la limpieza de la tienda mientras ella llama a escondidas al tio Leonardo para pedirle vitaminas. A Josefa le pegó un bastonazo, y luego Josefa se marchó con el hermano de Marimar del que está profundamente enamorada que se lo ha dicho al tio Rosendo. Y Marimar que se enteró por Begoña y fue y le dijo a su hermano que la llamara para quedar. Así que salieron y les gustó tanto que volvieron a quedar el jueves para ir al cine. Marimar está muy contenta aunque a Josefa no la hemos vuelto a ver más.
Pasaron más cosas. Como te decía, Hortensia firmó el mismo día que nuestro hermano Mariano y nos acordamos de él porque ese día comió en mi casa y hablamos de todos hasta las diez de la noche que la acompañé a su casa. Luego, el fin de semana siguiente, nos quedamos en Sevilla por gusto y porque se fueron los tios a Madrid y nos quedamos nosotros vigilando a la abuela y porque yo también me iba a Madrid el lunes con Marimar a comprar cosas para la tienda en la feria.
Cogimos el autobús a las siete y yo me levanté a las cinco y media para sacar a pasear a la perra que estaba de que no y al final tuvimos que volver haciendo el viaje en balde y me metía en la ducha a las seis y media. Luego llamé a Marimar que me dijo: -¿Pensabas que no me iba a despertar? Porque habíamos quedado en que me llamaría ella pero no me llamó y yo creí que se había dormido.
Armamos un lío de narices porque nos confundimos al mirar los billetes de autobús y habíamos mirado los asientos de la vuelta en lugar de mirar los de la ida y pedimos que se marchasen a unos chicos pensando que se habían sentado en nuestro sitio, pero era que habíamos mirado donde no era.
Paramos a mitad de camino, estiramos las piernas, compramos unos “cruasans” de jamón y queso y a mí no me dio tiempo de tomarme el café con leche.
A Madrid llegamos a las once y nos pusimos a buscar la Plaza de Colón que era donde estaba la parada del autobús gratuito que te lleva a la feria. Mientras buscábamos la plaza, que luego resulta que estaba muy lejos para ir andando, nos comimos los “cruasans” que no habíamos podido comernos antes porque en el autobús no dejaban comer y en el área de servicio no habíamos tenido tiempo. Estaban como los dibujos animados cuando han sido aplastados por 500 toneladas de peso, y se nos caían hacia atrás como si se desmayasen. Por fin, unas señoras barrenderas muy amables nos indicaron cómo encontrar el Hotel Carlton. Pero en el Hotel Carlton sólo tenían autobuses para los clientes del hotel. Los del Hotel Carlton nos aconsejaron ir hasta el Hotel Gomar que estaba en la calle Reina Cristina…
¡Grrrr!... ¡Y todo porque pensábamos que un taxista nos daría muchas vueltas!...
De vez en cuando una de las dos decía: “Esto parece una película de risa”
Ejemplos:
1. Estuvimos un cuarto de hora largo en la estación de autobuses mirando un plano de Madrid y sin poder sacar conclusiones de hacia dónde caminar.
2. Estuvimos otro cuarto de hora largo enfrente de la estación de autobuses mirando un plano del Metro y sin enterarnos de que ése era un plano del Metro.
3. Pedimos que nos indicase en el plano la Plaza de Colón a un viajero que también acababa de llegar a Madrid y que no era de Madrid y que tampoco sabía encontrar nada en ese plano.
4. Confundimos un paso de peatones subterráneo con una boca de metro.
Y, después de algunas otras penalidades…
¡Fuimos en taxi a la feria!