Posted by Carolina on 8 Feb 2005 in Palabras clavadas
Posted by Carolina on 6 Feb 2005 in Cuestión de palabras
El insomnio es algo desconocido para mí, ni siquiera en las épocas más raras del año como, por ejemplo, el predomio, me he visto afectada por alteraciones del sueño que, de alguna manera, es un estado constante en mi vida. Porque sueño, luego existo, ¿o no era así?
Un día soñé que me crecía tanto el pelo que me contrataban del ayuntamiento para limpiar las calles, el caso es que teníamos
concepciones diferentes sobre el modo de efectuar las limpiezas y, finalmente, ofrecía mis servicios a la Isla de Pascua y me iba en monopatín a Roma, donde vendía mi pelo para fabricar pinceles para las obras de restauración de la Capilla Sixtina. Desde entonces, cada vez que veo los frescos de Miguel Ángel los siento un poco más míos.
Otra vez, yo estaba un poco nerviosa y mi suegra se empeñaba en que tomase una pastilla de nombre dapaz, y yo que no, y ella que sí, y yo que no, que no me hace falta que yo duermo como un tronco... pues al final no me hizo falta tomar aquello porque todos los días seguí durmiendo como un tronco. Además, cuando tengo los pies fríos, pues me pongo escarpines para dormir y cojines alrededor, y bufanda no me pongo porque podría enredarme con ella en una vuelta y pegarme un susto de muerte, pero puedo ponerme guantes, por ejemplo, y tres mantas en vez de una, y bolsa de agua caliente. Recuerdo que una vez llegué a rodear la cama con alcohol de quemar que una vez encendido era todo un espectáculo dormir en medio del fuego. Luego usaba el alcohol de quemar para todo: para ducharme, para comer, para tener controlados a los niños (que eran todavía pequeños) en fin... el alcohol de quemar... una maravilla.
También hay otro producto muy bueno que me gusta tener siempre en casa. Es el tricloretileno, que quita cualquier mancha en un plis plas. Tiene un olor muy fuerte y es muy volátil. Lo empleo desde que me lo recomendó la tía Carmencita (aprovecho para mandarle recuerdos cariñosos) para limpiar una mancha de una alfombra. Hace mucho tiempo ya. Eso y el amoniaco creo que son mis productos de limpieza favoritos. El amoniaco hace que sienta una especie de poder colosal sobre la pérfida grasa. Es la supremacía de la inteligencia contra la persistencia de la suciedad, una mano amiga que se tiende para ayudarme a combatir la peor de las lacras que acechan al hogar.
Y nada más.
Gracias por su atención.
Muy amables.
Buenas noches.
Posted by Carolina on 5 Feb 2005 in Dramas inolvidables de ayer y hoy
Roberta era espía porque tenía facilidad para los disfraces y para las mentiras, y porque era muy disimulada.
Bailaba la danza del vientre entre marines americanos y, a veces, varios delfines compartían su escote.
Lucio, en cambio, era auditor porque nunca había sabido mentir. Inspeccionaba las cuentas de grandes empresas millonarias, pero él cobraba un sueldo miserable. Aún así, nunca aceptó un soborno de esos que solían ofrecerle dentro de un sobre blanco con su nombre.
Una noche loca de julio fue cuando ocurrió. Roberta acababa de dejar a su novio en casa, después de haberle machacado los pies con sus tacones de aguja en la clase de tango. Siempre hacía lo mismo cuando se echaba en sus brazos al compás de la música. Ni si quiera hacía falta que se lo propusiera. Ese día le llevó de regalo unos zapatos con la punta metálica y pudieron bailar sin preocuparse hasta el amanecer. Pero, de vuelta a casa, Roberta tuvo una corazonada nebulosa. Como una fantasía filosófica. Una especie de runrrún insistente que le decía: “Sal de tu tierra y ve en busca de las Antídotas del mar del Ripio. Allí aguarda tu destino”. Ni corta ni perezosa, volvió a la sala de baile dispuesta a encontrar a su hombre. Conocía bien sus costumbres -no en vano lo había estado investigando para uno de sus clientes- y estaba convencida de que Lucio sería un punto para sus planes. Sus planes eran enrolarlo en el Gran Viaje.
Cuando Roberta llegó al "Smilie Dancing", Lucio pujaba por una tanguista pelirroja, así que para llamar su atención, tuvo que hacer el flamenco. Saltó al centro de la pista y, mirando fíjamente a Lucio, se rasgó la tela de la falda hasta que por la raja asomó una larguísima pierna que parecía dispuesta a empotrarse en medio de las de él. Bailaron enloquecidamente, mientras los otros bailarines hacían corro alrededor, y, al final de la noche, tenían la sensación de llevar toda una vida juntos. Ya no serían capaces de vivir el uno sin el otro.
Remaron contra corriente durante más de dos horas, y por fin divisaron Lontananza. Ya se presentían los primeros indicios de la que caería después, pero tenían tanta hambre que no pudieron esperar y obligaron al cocinero a preparar unas viandas. Poca cosa. Lo justo para perder el tiempo necesario y que la tormenta les cogiese desprevenidos, aunque todo el mundo la hubiese visto venir.
Antes de saltar, se juraron amor eterno. Luego, sus cuerpos se perdieron en el inmenso mar.
Lucio tuvo un sueño en el que se veía a sí mismo atrapado por el mar, pero las olas lo arropaban con su espuma y lo depositaban en la orilla de una isla. En el sueño veía a Roberta despidiéndose de él. Tenía la mano en un frasco y lo sujetaba ansiosa, como temerosa de que alguien se lo fuera a arrebatar. De pronto, le alargaba el frasco a Lucio diciendo: “Tú vives porque yo muero”. A él le pareció una imbecilidad y habló como para sus adentros: “Esta Roberta…” –Rió- “Mira que es exagerada la mujer…”
Cuando despertó, estaba dolorido, y sentía como un peso que no le dejaba respirar. Era Roberta. Yacía sin vida sobre él y tenía clavada una estaca.
Lucio gritó y se desembarazó del cuerpo. Olía bastante mal, y los cangrejos le habían vaciado las cuencas de los ojos. Estaba claro que había muerto por la herida de la estaca, pero ¿Cuánto tiempo hacía de eso?
Lucio se dio cuenta de que había pasado varios días inconsciente, se rió nervioso y se sacudió la tela que todavía llevaba alrededor. Luego, compadecido, sacó la estaca del cuerpo de su amada. Había algo escrito en el trozo de madera:
"Wellcome to Antídotas"
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Posted by Carolina on 5 Feb 2005 in Palabras clavadas
El cielo estaba en calma. Sobre las nubes, los pájaros, las colmenas que se abastecían en silencio, y las caricias de las flores oscuras; había una canción de primavera que era como un susurro de pasión. Y entonces pasó esa flor con cola de fuego que iluminó los tejados brevemente, dispuesta a perdurar por siglos en la soledad de mis recuerdos.
Pedí mi deseo antes de ver cómo la estrella acababa de desintegrarse. Todo parecía igual. Sin embargo algo había cambiado. Ahora la oscuridad rodeaba a la estrella apagada y, en las lindes de la espesura del bosque; dos ojos brillantes reptaban y se precipitaban de árbol en árbol. Me incorporé de inmediato. Fijé la vista en ellos y, cual hielo en el estío, se fundieron con el follaje; mientras mi corazón perdía un latido que subió a perseguir a la estrella.
Cielo y Tierra se sacudieron ante mi impertinencia, arropando entre nubes y relámpagos a su brillante creación. Yo ya había saltado hasta la luna y los elementos me cercaban dentro del inmenso Cosmos.
De repente una voz me habló y me dijo:
-Lo que quieres tomar no es aprehensible. Mira tus manos y lee en ellas ¿Qué hay escrito?
Como un caballo herido, la vista galopó nerviosa sobre los surcos de ese mar tan conocido de hendiduras y valles, de sudor y esfuerzo. La respiración agitada y la palma de la mano tendida al arbitrio del rayo y el fuego…
Cien soles iluminaron unos segundos el destino que aparecía escrito en la palma de mi mano…